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2024 Conmebol Copa Sudamericana

Copa CONMEBOL Sudamericana: Racing derrotó a Cruzeiro por 3 a 1 y se consagró campeón.

Las lágrimas de Gustavo Costas no son solo de alegría, sino el reflejo de toda una vida entregada a Racing, una vida marcada por sacrificios, sueños y pasión. Brotan con fuerza incontenible, rodando sobre el manto sagrado de la celeste y blanca, y simbolizan todo lo que significa este club. Porque Racing no es solo un equipo de fútbol; es una parte del alma de sus hinchas, un estandarte de emociones que trasciende generaciones y geografías. Es ese sentimiento inexplicable que hace latir con intensidad los corazones de quienes dejan todo por ver a su equipo triunfar.

Fuente: Conmebol

Más de 55.000 académicos invadieron Asunción, tiñendo de celeste y blanco La Nueva Olla. Cada tribuna, cada rincón del estadio, fue ocupado por fanáticos que viajaron cientos, incluso miles de kilómetros, con un solo propósito: presenciar el momento en que Racing rompiera 36 años de sequía internacional. Otros miles, incapaces de hacer el viaje, colmaron el Cilindro en Avellaneda, mientras incontables más siguieron la transmisión desde hogares repartidos por cada rincón del planeta. Era una auténtica procesión de fe, una movilización popular que conmovió incluso a quienes no tienen el corazón pintado de celeste y blanco.

Racing, esa institución que se vive más como una religión que como un simple club, demostró una vez más por qué es el fiel reflejo de lo que significa el fútbol en Argentina. Después de más de tres décadas de espera, finalmente rompió las cadenas de la frustración y dejó salir ese grito de campeón que estuvo silenciado durante demasiado tiempo. Fue un rugido liberador, tan poderoso y catártico como el de 2001, cuando Mostaza Merlo lideró a un grupo de héroes que devolvió a Racing la gloria nacional tras 35 años de penurias. Hoy, este nuevo capítulo se suma a la historia gloriosa del club, con nombres que quedarán grabados para siempre en el firmamento académico.

Desde el inicio, esta Copa Sudamericana pareció una cuestión de destino. Todo en la travesía de Racing hacia la final apuntaba a un desenlace épico. El equipo no solo jugó con calidad; lo hizo con un nivel de determinación que solo puede inspirar una hinchada incondicional. Y eso se vio reflejado en la final ante Cruzeiro. Desde el pitazo inicial, Racing salió a arrollar al equipo brasileño, borrándolo de la cancha con un primer tiempo perfecto. Gastón Martirena y Adrián “Maravilla” Martínez encendieron la fiesta en La Nueva Olla, desatando la locura entre los miles de hinchas presentes. El descuento de Kaio Jorge en la segunda mitad trajo algo de tensión, como manda la tradición académica, siempre marcada por el sufrimiento. Pero Roger Martínez, con sangre fría y calidad, puso el sello definitivo para que la gloria no se escapara.

Este Racing no fue solo un equipo de fútbol; fue una verdadera tromba que se llevó por delante a cada rival en el camino. Huachipato, Athletico Paranaense, Corinthians y finalmente Cruzeiro cayeron ante un conjunto que jugó con el alma, contagiado por la pasión inquebrantable de su entrenador, Gustavo Costas. Costas, un hombre que respira Racing, fue el motor detrás de este éxito. Desde niño, cuando era mascota en el equipo de Pizzuti que conquistó el mundo en 1967, hasta su etapa como capitán en la Supercopa de 1988, su vida ha estado marcada por los colores celeste y blanco. Pero esta conquista tiene un sabor aún más especial. Como técnico, logró algo que pocos pueden: construir un equipo que no solo jugara al fútbol, sino que encarnara los valores y la esencia misma de Racing.

Bajo los sofocantes 40 grados de Asunción, este grupo de jugadores dio una muestra de carácter y calidad. Con un ataque temible liderado por la creatividad de Quintero, la potencia de Salas y la eficacia goleadora de “Maravilla” Martínez, Racing fue imparable. Y no fue solo el talento lo que marcó la diferencia, sino la unión, esa misma que Costas predicó desde el primer día. En un año atravesado por turbulencias políticas y elecciones inminentes, el técnico logró algo que parecía imposible: unir a todo Racing detrás de un sueño común.

Los jugadores, agotados pero eufóricos, levantan las camisetas al cielo. Cantan, celebran y no quieren que esta noche termine jamás. Los hinchas, en las tribunas, gritan hasta quedarse sin voz, conscientes de que están viviendo un momento histórico que quedará grabado para siempre en sus corazones. Porque este no es solo un título; es un homenaje a la grandeza de Racing.

El grito de campeón resuena en Asunción y se eleva hasta el cielo, donde figuras inmortales como Pizzuti, el Bocha Maschio, Perfumo y el Chango Cárdenas seguramente se unen a la celebración. Racing volvió a conquistar Sudamérica, demostrando que la llama de su pasión nunca se apaga, que su historia se construye con sufrimiento, resiliencia y amor incondicional. Una vez más, la Academia mostró al mundo por qué es mucho más que un club: es un sentimiento eterno, un legado que trasciende el tiempo y las generaciones.

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